19/6/08

Guerras medievales

Las guerras medievales se resumen en asedios de algún tipo. Los enfrentamientos entre ejércitos en campo abierto eran infrecuentes. Eran más comunes y decisivas las maniobras para tomar castillos y ciudades mientras se evitaban batallas que supusieran pérdidas elevadas. La parte más importante de las guerras medievales radicaba en la toma y el control de los castillos, ya que en estos recaía la defensa de las tierras, además del control de la población de los alrededores. También las ciudades fortificaron sus muros con su crecimiento, y así, en la Baja Edad Media, la defensa y conquista de las ciudades resultó mucho más importante que controlar los castillos.
A diferencia de los ejércitos nacionales de la época moderna, la organización de los ejércitos feudales era mucho más simple. Hasta finales del siglo XV no existieron regimientos o divisiones permanentes. Los pueblos bárbaros que invadieron el Imperio Romano marchaban y combatían a pie, con espadas y hachas. Estos grupos rara vez podían ser descritos como auténticos ejércitos, pues se trataba de bandas armadas con tácticas y estrategias muy escasas y imitadas. Las actividades militares que llevaban a cabo estos grupos solían tener como principales cometidos hacerse con alimentos y otros botines de guerra. Las batallas consistían en luchas entre hordas que combatían cuerpo a cuerpo sin ningún orden. Con la llegada de Carlomagno, aparecieron los primeros ejércitos. El de los francos, establecido por Carlos Martel y mejorado por sus sucesores, se componía de infantería y caballería armada.
En la Alta Edad Media, las batallas consistían en desordenadas luchas entre bandas armadas; más adelante estos enfrentamientos evolucionaron hacia batallas mucho más complejas. Esta evolución se debió en parte al desarrollo de diferentes clases de armas, de tropas y al perfeccionamiento en su uso. Al desarrollarse la caballería pesada, los mejores ejércitos fueron las hordas de caballeros. La tropa de infantería quedó relegada a arrasar tierras de labranza y a realizar el trabajo pesado en los asedios. Los arqueros fueron de gran utilidad en los asedios, pero eran aún más vulnerables ante la caballería en el campo de batalla, pues corrían el riesgo de ser arrollados.
Las primeras defensas contra la caballería surgieron de manos de los anglosajones. Consistía en colocar a los hombres juntos y con los escudos juntos para formar una barrera que frenase a la caballería y los protegieses de los arqueros.
Durante la Alta Edad Media, la principal (y casi única) táctica de los soldados de infantería, que componían la principal fuerza de los ejércitos, suponía aproximarse al enemigo y descargar hachazos sobre él. Los francos disponían de hachas arrojadizas llamadas franciscas. El poder de la caballería pesada, que apareció en tiempos de Carlomagno, relegó a la infantería a un segundo plano, más que nada, porque no se trataba de una tropa bien instruida y con disciplina. En los primeros ejércitos feudales, ls infantería se componía de campesinos mal armados y sin instrucción.

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